Publico
idioteces. Escribo torcido porque aún estoy buscando mi Ser. Me atormentan las
miradas, el ruido del subte. Me enceguece la oscuridad, y me ennoblece la
sonrisa de otros transeúntes. Estoy siempre buscando y cuando encuentro no
poseo un deseo, estoy hipnotizado por alguna idea sonora. Voy por las avenidas
con la misma canción que se repite hasta que me mareo. Escucho música y levanto
las cejas, meto las manos en los bolsillos. Compro cigarrillos negros. Pero
solo en la noche parecen tener sabor. Como si los Parissiennes se activaran a partir de cierta hora sin sol.
Nunca pude armar un cubo mágico ni levantarme sin putear. Navego por los
suburbios y los ascensores, esquivando quimeras y mozos de oficina. Soy un poco
tango y mucho acolchado. Poco vino, pero también soy Flor en este Truco para
Orfeos que me ha tocado amansar.
Y
entre tanto, los dedos se calientan y comienzo a pensar en temas o texturas
para las palabras. Preparo los ingredientes para lo que sea que este “cocinando”
cuando abro el editor de texto.
Y
la mujer que me acompaña, está cerca, dentro de sí misma o dentro del Tv Led.
Se que no hay mas que este dejar caer los dedos sin pensar mucho. Siento que
puedo borrar todo lo que escribí cuando sienta que ya esta cerca lo que viene
para este escritor, esas palabras que solo en una combinación perfecta me
librará de la podredumbre de los escritores masivos que tienen respuesta para
todo.
No
había redes sociales y había Leopoldo Marechal.
Habia
Quiroga y no había Cohelo. Eramos animales y no había pecado. Habia hijos y no existía
el aburrimiento. Hubo señores en el cielo y pocas almas en la Tierra.
Pero
al volver al hoy del traqueteo del teclado,
se me viene esta pared de la mediocre vida moderna y voy a las cuerdas
como un viejo boxeador. Voy a las curvas de mi mujer. Descanso del trajin de la
sentenciada hora presente.
Soy
este que esta aquí, no habiendo escrito
nada importante como hasta hace 10 minutos.
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